miércoles, 26 de agosto de 2020

Salud vs dinero: batalla por la vida

 


 

 

Ponente: Nubia Piqueras Grosso

Panamá, 15 de agosto de 2020

 

E

n medio de millones de infectados y muertos por la Covid-19, una noticia llenó de esperanzas esta semana a la humanidad, el anuncio hecho por el presidente ruso, Vladimir Putin, que científicos de su país registraron ante las autoridades pertinentes de la nación europea la primera vacuna del mundo contra esta enfermedad altamente contagiosa.

 De esta forma, la vertiginosa carrera contra reloj por hallar la cura, en la que varios laboratorios del orbe luchaban por la primicia, llegó a feliz término con la vacuna Sputnik V, de la cual podrían producirse cerca de 500 millones de dosis entre septiembre y octubre venideros, según anunció por estos días el ministro ruso de Salud, Mijail Murashko.

 El titular precisó que dentro de dos semanas podría estar listo el primer lote para la masificación de las pruebas, después de pasar todas los pasos previos y certificaciones necesarias que establece el ente regulador de Rusia y el Ministerio de Salud, a lo que se suma el visto bueno de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

 Luego de ser creada en tan solo cinco meses en el Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Nicolay Gamaleya, tal vez muchos se pregunten sobre la eficacia, calidad y seguridad de este preparado vacunal, al igual que la campaña mediática de algunos medios que ponen en duda esta vacuna que podría ser producida en al menos cinco países, entre ellos Cuba, según informó Kiril Dmitriev, jefe del Fondo Ruso de Inversiones.

 A juicio del titular ruso de Salud, Mijail Mishustin, este producto fue posible en tan poco tiempo porque el equipo de científicos que trabajó en ella la creó sobre la base de otro preparado similar utilizado contra el ébola, por lo que la plataforma para iniciar los estudios ya existía, tendencia desarrollada por otros laboratorios en el mundo, como el Instituto Carlos Finlay en Cuba, donde los investigadores desarrollan cuatro candidatos vacunales a partir de experiencias anteriores con otras fórmulas como la vacuna contra la hepatitis B y la pentavalente, que incluye antígenos contra cinco enfermedades (Difteria, Tétanos, Pertussis, Hepatitis B y Haemophilus influenzae tipo b).

 Como dato curioso les comento que la vacuna cubana pentavalente, obtenida en el 2006, fue la segunda de ese tipo registrada a nivel mundial.

 A propósito de esta batalla que libran los laboratorios biotecnológicos y farmacéuticos, el doctor panameño Eduardo Ortega Barría aseguró recientemente que “estamos viviendo una revolución científica y sin lugar a dudas, la historia de las vacunas se dividirá en un antes y después de esta pandemia”.

 Precisó que actualmente contra la Covid-19 hay entre 166 y 200 candidatos vacunales en proceso, cuyo desarrollo suele ser lineal, secuencial y toma mucho tiempo, aproximadamente 10 años, y hasta ahora la anterior que en menos tiempo se logró fue la de la parotiditis, la cual duró cinco años.

 Explicó que este es un proceso que, de 100 candidatos, solo entre cinco y 10 llegan a registrarse, por lo cual es caro, de ahí que no muchos países puedan darse ese lujo, incluso de completar el ciclo de investigación-desarrollo-producción.

 Y de ello puedo darles fe, pues la primera vez que escuché hablar de la vacuna cubana terapéutica contra el cáncer de pulmón (Cimavax), la primera de su tipo en el mundo, fue a mediados de la década de los 90, cuando apenas era una recién graduada de periodismo que comenzaba mis pininos en la profesión y la nación antillana vivía una de las crisis económicas más fuertes de su etapa revolucionaria, conocida como período especial.

 Tras 25 años de investigación, el Centro de Inmunología Molecular de La

Habana logró su registro en 2008 en el Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (CECMED) de Cuba; incluso los resultados registrados desde 2011 fueron tan alentadores, que el Instituto Roswell Park de Nueva York, Estados Unidos, para el tratamiento del cáncer se sumó al proyecto y colaboró con el desarrollo e investigación de la vacuna cubana.

 Retomando el tema de la vacuna contra la Covid-19 se impone mencionar las tres chinas y las dos más mediáticas, la que desarrolla la Universidad de Oxford, en Reino Unido, y la del laboratorio Moderna, en Estados Unidos, las cuales están en fase tres de ensayos clínicos.

 A juicio de Ortega Barría, responsable de asuntos médicos del Consorcio de Investigación de Vacuna Covid-19 en Panamá, “las vacunas que más rápido se desarrollarán son las que utilizan el material genético del virus porque no requieren de su manipulación en vivo, ni de las células para que el virus crezca, al contrario, una vez que se conoce la secuencia genética del virus se puede manipular y utilizar”.

Por otro lado, consideró importante el descubrimiento de la secuencia del virus, realizado por los científicos chinos, pues permitió el desarrollo de varios candidatos, de hecho, tres días después de ese suceso, Moderna ya tenía una posible vacuna.

ENSAYOS EN PANAMÁ

Tras estos buenos augurios, gran expectativa genera aquí el anuncio de que a mediados de agosto Panamá iniciará el estudio de fase uno de una vacuna de ácido ribonucleico contra la Covid-19 que desarrolla una compañía biotecnológica en Alemania.

Pero, esto solo ocurrirá después de ser aprobado por la Dirección General de Salud, el Comité de Bioética y las autoridades regulatorias del país, aseguró Ortega Barría.

Precisó que, una vez concluida esta etapa, se activará en septiembre la fase dos de ensayos clínicos, donde se evaluará la seguridad del candidato vacunal y su respuesta inmune.

Señaló que los estudios se realizarán en el Instituto de Investigaciones Científicas y Servicios de Alta Tecnología de Panamá (Indicasat), el cual fue seleccionado como el centro de referencia para realizar estas pruebas de laboratorio en colaboración con la compañía biotecnológica y farmacéutica.

“Estamos a pocas semanas de comenzar las pruebas y los estudios que abrirán las puertas para traer otros proyectos más grandes de fase tres, los cuales son los encargados de valorar la eficacia de las vacunas, y si funciona el producto podría impactar en la evolución de la pandemia en el país”, apuntó Ortega Barría.

El también especialista en Medicina Tropical y Parasitología se refirió al proyecto previsto para octubre venidero con la OMS, la cual todavía no ha definido la vacuna que será probada en la nación istmeña a partir del portafolio con el que trabaja esa organización de Naciones Unidas.

Señaló que, a través de este grupo, el Ministerio de Salud y Cancillería se realizaron contactos con al menos cinco compañías en Estados Unidos, Europa y Asia, pues el objetivo final es ayudar a producir una vacuna para el mundo a partir de la participación de panameños en los estudios de fase tres.

Al respecto, dijo que esto facilitará que algunas de esas vacunas puedan utilizarse en el país una vez que sean licenciadas, proceso que a su juicio solo será posible en 2021.

“En 2020 vamos a tener al menos dos vacunas de ácido ribonucleico y una o dos de vectores virales, las cuales estarán aprobadas, pero no licenciadas. Eso quiere decir que podrán ser utilizadas en caso de urgencia y en el grupo de personas en las que fueron investigadas”, afirmó.

Sobre el tema, el infectólogo Ortega Barría indicó que la OMS estableció que en la primera etapa la vacuna contra la Covid-19 estará dirigida a los trabajadores de la salud, los cuales representan cerca del uno por ciento de la población mundial, los adultos mayores de 65 años (ocho por ciento) y las personas que padecen de algún tipo de enfermedad (15 por ciento).

Pero, una vez que existe el producto, ¿qué papel juegan las farmacéuticas?, ¿qué representa esta industria en las ganancias de los laboratorios?, estas y otras interrogantes trataremos de responderlas en la segunda parte de la exposición.

EL NEGOCIO MULTIMILLONARIO DE ENFERMARSE

A finales de los años 70 del pasado siglo, Henry Gadsden, presidente ejecutivo de Merck, una de las grandes compañías farmacéuticas mundiales aseguró que si tomar fármacos fuera tan cotidiano como masticar chicle, entonces podrían medicar la vida moderna.

   Esta imagen ilustra muy bien el negocio de la salud y de la industria farmacéutica, el tercer sector de la economía en el mundo (no olvidar que este mercado es de 1,3 millones de millones de dólares), detrás del armamento y el narcotráfico, al punto que en Estados Unidos sus beneficios son cuatro veces superiores al del resto de los sectores industriales.

   Pero, ¿cómo ejercen su poder en el mundo? Primero, sobre los legisladores para promover o bloquear leyes, y segundo, sobre organizaciones y entidades internacionales para que apliquen sus derechos de exclusividad en medicamentos esenciales que podrían salvar millones de vidas si tuvieran un precio asequible, refieren expertos en la materia.

   Este es el caso del multimillonario estadounidense John C. Martin, expresidente ejecutivo (2016-2018) y director general (1996-2016) de la compañía Gilead Sciences, quien ganó 180 millones de dólares cuando en 2014 anunció que la agencia de Administración de Alimentos y Medicamentos del gobierno de Estados Unidos aprobó su fármaco sofosbuvir.

   Para entonces el precio del medicamento, utilizado en el tratamiento de la hepatitis C, fue de más de 80 mil dólares, cuando el costo de producción osciló entre 68 y 136 dólares.

   Sin embargo, la mayoría de los millones de afectados por la enfermedad son pobres que por su condición no tienen acceso al fármaco.

   Pero, lo peor es que las prácticas reiteradas de la industria farmacéutica: extorsión, soborno, ocultamiento de información, fraude, malversación de fondos, falsificación de testimonios, compra de profesionales sanitarios, manipulación y distorsión de los resultados investigativos, entre otras, desembocan en la muerte.

   Algunas estadísticas reflejan que en los países ricos, las enfermedades causadas por el consumo indiscrimado de medicamentos o con calidad dudosa son ya la tercera causa de fallecimiento, luego del infarto y el cáncer.

   Lo cierto es que la industria farmacéutica dedica enormes recursos a influir en los grandes medios de comunicación con la complicidad de expertos retribuidos directa o indirectamente por las compañías, al tiempo que muchas veces exageran los supuestos efectos beneficiosos de sus productos, ante los reguladores y profesionales de la medicina.

   Y en medio de este contexto emergen los intereses de grandes farmacéuticas como Novartis, Roche, Pfizer, Astrazeneca, Roche y Johnson & Johnson, entre otras, que pugnan con nuevas compañías de la biotecnología como Gilead Sciences, Inc para frenar a la Covid-19.

   Con una capitalización cercana a los 100 mil millones de dólares, Gilead era una desconocida para el gran público hasta que su fármaco Remdesivir saltó a los titulares en medio de la pandemia y disparó la cotización de este fármaco de 65 dólares a comienzos de 2020 a 83 dólares.

   La compañía, fundada en 1987, es hoy un referente en el desarrollo de medicamentos antirretrovirales para tratar pacientes infectados con VIH, hepatitis B o influenza; mientras que la centenaria Abbott, un laboratorio estadounidense que seduce a los expertos, tiene una capitalización bursátil de 170 mil millones de dólares, tras revalorizarse un 10 por ciento.

   Por su parte, la farmacéutica suiza Roche anunció recientemente que desarrolló una prueba de anticuerpos para la Covid-19, lo que disparó las acciones de la firma en cerca de un dos por ciento, en tanto facturó 57 mil 300 millones de euros y logró un beneficio de 13 mil 146 millones de euros durante el 2019, según reportes de medios de prensa.

   En esta lista de compañías farmacéuticas altamente lucrativas hay otras como Translate Bio, a la búsqueda de una cura eficaz gracias a los genes; Akers Biosciences, la firma que se disparó un 344 por ciento tras anunciar un avance en el camino hacia la vacuna de la Covid-19 cuando junto a Premas Biotech consiguió clonar con éxito todos los antígenos del coronavirus que fueron seleccionados como candidatos a la creación de una vacuna.

   También aparece la francesa Sanofi, responsable de producir la hidroxicloroquina, que en su guerra contra la pandemia y por encontrar una vacuna se alió con otras firmas como Translate Bio o el también gigante británico GSK.

   Se suman, además, la estadounidense Pfizer, que ataca a la Covid-19 desde diferentes ángulos, entre ellos con un inyectable gracias a la alianza con la empresa alemana BioNTech.

   Novacyt, una pequeña empresa a la que la crisis sanitaria provocada por la pandemia catapultó en la Bolsa con el anunció de un test molecular para diagnosticar el nuevo coronavirus y la española Grifols, especializada en la producción de hemoderivados, trata de competir con un plasma anticoronavirus para pacientes curados.

   Llama la atención que algunas de estas firmas han vuelto a respirar gracias a la pandemia, pues las estadísticas reflejan pérdidas económicas y déficits acumulados durante años.

   Es el caso de Akers Biosciences, cuyos ingresos cayeron un cinco por ciento en 2019; sin embargo, este año ya acumula una subida del 30 por ciento.

   Sin lugar a dudas, las cifras reflejan que el negocio de la salud es uno de los más lucrativos del mundo, al punto que en medio de esta pandemia las compañías farmacéuticas incrementaron sus arcas y hasta superaron las malas rachas financieras.

   Tanto es así, que las corporaciones estadounidenses no solo recibieron más de ocho mil 300 millones de dólares para el desarrollo de la vacuna contra el nuevo coronavirus, sino que poseen la autoridad de establecer el precio y determinar su distribución, de manera que sus intereses comerciales están por encima de las prioridades de salud de las personas.

   Sin embargo, la vacuna rusa Sputnik V es hoy la piedra en el zapato, pues tras su anuncio inmediatamente llegaron pedidos por mil millones de dosis procedentes de 20 países y con ello la caída de las acciones de Pfizer (0,8 por ciento), Novavax (7,7 por ciento) y Moderna (2,5 por ciento).

   Vale destacar que las tres corporaciones están incluidas en la lista de la Organización Mundial de la Salud como creadores de una vacuna contra la Covid-19 que está en fase tres de ensayos clínicos, en la que se evalúa la seguridad y eficacia del producto.

   Por lo pronto, los rusos anunciaron que empezarán la vacunación voluntaria masiva a partir del 1 de octubre venidero, mientras que medios de prensa revelaron que la vacuna creada por la corporación Moderna no estará lista antes del 3 de noviembre como espera el presidente estadounidense, Donald Trump, sino para inicios de 2021.

   Sin dudas, una mala jugada para los intereses de Trump en su afán de reelección en medio de una desastrosa política de enfrentamiento a la pandemia como experesaron algunos expertos de la nación norteña.

   De acuerdo con Gerald Posner Pharmas, autor del libro Farmacias, mentiras codiciosas y el envenenamiento de América, “las corporaciones farmacéuticas perciben el COVID-19 como una oportunidad de negocios que se presenta solamente una vez en la vida.

   “Esta pandemia global tiene el potencial de un bombazo para la industria en términos de venta y ganancias. Mientras peor se pone la pandemia, más altas serán las ganancias”, realidad que dista mucho del juramento hipocrático de los médicos, donde la salud y la vida del enfermo son la principal preocupación.

CLAVES: COLABORACIÓN, PRIORIDAD Y SOLIDARIDAD

Lo expuesto hasta aquí me conduce a algunas conclusiones, la primera de las cuales definió claramente el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, cuando dijo recientemente: “La dimensión de la actual crisis generada por la Covid-19 nos obliga a cooperar, incluso reconociendo diferencias políticas.”

Al entender, no justificar, el escenario actual de la industria farmacéutica, vemos que está asentada en países élites del llamado primerísimo mundo, donde logran integrar la cadena investigación-desarrollo-producción, porque cuentan con el recurso humano altamente calificado, la tecnología moderna y el resto de la logística necesaria.

Pero, no estamos hablando de una fatalidad geográfica, pues si existe la voluntad política de los gobiernos y una estrategia de desarrollo bien definida, los países considerados tercermundistas también son capaces de lograr resultados en esta materia e independizarse en alguna medida de la dictadura del mercado de las grandes transnacionales de los medicamentos.

El ejemplo que tengo a mano es mi país, Cuba, que desarrolla vacunas y por su condición de nación bloqueada debió desde antes de esta pandemia producir sus propios fármacos y medios diagnósticos con resultados exitosos.

Sin embargo, al analizar a Panamá, no creo que sea un sueño aspirar a resultados similares, pues el Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud, junto al Instituto de Investigaciones Científicas y Servicios de Alta Tecnología mostraron hasta el momento aportes importantes durante la pandemia, a pesar de que apenas recibieron apoyo financiero para su desarrollo.

El país que como enseñanza de la Covid-19 no decida poner el modelo de salud pública en los primeros lugares del desarrollo, estará condenado a volver a sufrir las consecuencias deplorables de una crisis sanitaria similar a la que vemos en los peores ejemplos de nuestro continente, donde los sistemas de salud colapsaron o mostraron sus grandes ineficiencias y carencias.

Solo políticas públicas y sanitarias bien definidas construirán un muro sólido para enfrentar situaciones similares que objetivamente podrían ocurrir, por tanto, los recursos para la atención deberán estar al mismo nivel que el estímulo para la ciencia, investigación y desarrollo relacionado con la vida humana.

La ponencia que les presento deja explícita también la necesidad de la cooperación científica para obtener más y mejores resultados. Algunas transnacionales y centros académicos de Estados Unidos y Reino Unido lo hicieron con el proceso de la vacuna contra la Covid-19, mientras que China y Rusia lograron la interacción de centros nacionales de investigación y producción de medicamentos y vacunas con terceros países.

Muchas veces escuchamos decir que la mejor vacuna contra la Covid-19 es la solidaridad. Proféticas palabras, porque como una vez expresó el líder cubano Fidel Castro, “quien no sea capaz de luchar por otros, no será nunca suficientemente capaz de luchar por sí mismo”.

Muchas gracias.

  

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